GESTIÓN

Este año en el Congreso comenzamos a saldar una deuda de 12 años con los más de 13 millones de niños, niñas y adolescentes que viven en Argentina: iniciamos el proceso para designar al Defensor del Niño, ordenado por la Ley 26.061 de 2005.

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El Defensor fue pensado para controlar las políticas de los gobiernos con un objetivo: proteger los derechos de la infancia y la adolescencia y hacer cumplir las normas nacionales e internacionales relativas a ambos grupos.

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¿Qué implica esto en términos políticos? ​Por un lado, que el Defensor exigirá elevar los niveles mínimos que deben alcanzar todas las provincias en relación al ejercicio y protección de esos derechos, haciendo públicas las disparidades entre cada una de ellas. Por otro, que se institucionalizará un nuevo órgano de representación individual y colectiva de los chicos y chicas del país, al facilitarles nuevos canales de comunicación y participación.

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¿Pero en qué casos concretos podrá actuar el Defensor? Cuando existan casos de deserción escolar, violencia familiar o desnutrición infantil y nadie haga nada, por ejemplo, el Defensor podrá intervenir para representar la voz de las víctimas. Cuando un paro docente se extienda por muchos días, podrá instar a las autoridades a garantizar el derecho a la educación de los alumnos. Cuando una institución discrimine o se comporte de manera arbitraria con ellos, saldrá a la cancha para sacarles tarjeta roja.

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Son muchos las razones por las cuales hace falta una Defensoría del Niño en Argentina. Por eso es que para mí no fue fácil haber presidido esta comisión. En cada día de trabajo pensé siempre en todos esos niños, niñas y adolescentes que necesitan ayuda para poder vivir mejor. 

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Como diputada, como politóloga, como madre, voy a seguir trabajando para que en 2018 podamos saldar esta deuda con los que no tienen voz para reclamar por ello. Es mi compromiso.